Se me han oscurecido los ojos de tanto cerrarlos.
De tanto ignorar y dejar pasar.
Se han vuelto las hojas de este parque, azabache mate y amargas, como mis lágrimas secas e inútiles.
Mi corazón no siente nada.
Mi alma no late.
No hay en mí estímulo.
El cerebro solo mueve motores de razón.
Y mientras, mi mirada se está durmiendo entre la penumbra de la tarde muerta.
Miriam G. González. 31/01/2017
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