miércoles, 27 de julio de 2016

¿Te gusta el café?

BREVE RELATO


Esta noche he tenido una pesadilla. Soñé que se me caían los dientes. En cuanto me desperté, corrí hacia el cuarto de baño y me observé en el espejo con la boca bien abierta. Suspiré aliviado. Tenía todas mis piezas.
Con la misma prisa, me puse unos vaqueros azules y una camisa blanca, perfectamente planchada. Sin ninguna arruga. Y desayuné una tostada de mermelada de fresa y un vaso de leche fresca, y como todos los sábados, salí a dar un paseo por la ciudad.
Mientras caminaba daba pequeños saltitos para evitar pisar las juntas de los adoquines. Me pone muy nervioso pisarlas.
Y esto, no es mi única manía. Antes que nada, siempre miro el cielo y según el color que tenga, así me irá el día. Rezaba porque no fuera un día nuboso, y pareció hacer efecto. Estaba azul. Eso significaba que tendría un tranquilo día.
Compré el periódico, como todos los días, y me dirigí al parque central como todos los días (siempre que fuese sábado).
Debo admitirlo, soy un obseso del orden. Mi vida está planifica. A las seis de la mañana desayuno (tostadas de mermelada y un vaso de leche), cojo el coche a las siete y a las ocho entro a trabajar. Saludo al egocéntrico de mi jefe con un "buenos días, jefe", y una sonrisa hipócrita y me pongo a redactar artículos para nuestra revista. A las doce bebo un zumo de naranja; aunque todos mis compañeros toman café y suelen decirme: "¿Alex, quieres una taza de café ? y yo harto de responder a todos lo mismo contesto: "No gracias, no me gusta el café". Lo cierto es que no me gusta nada, es más, lo detesto.
Por la tarde trabajo en casa unas cinco horas diarias. No ceno nunca. Y veo la tele un rato hasta las doce que es cuando me acuesto. Es mi hora preferida porque siempre leo un poco. Tengo una lista de los libros pendientes por leer, y voy por el quinto sobre treinta.
Los sábados como ayer, me siento en un banco del parque y leo el periódico.
Soy un ordenador dispuesto a cumplir órdenes; claro que, me las he impuesto yo, y me siento cómodo con ellas.
Sin embargo, a pesar de este enfermizo orden , ocurrió un desorden imprevisto (y yo evito todo imprevisto).  Me di cuenta de que mis rezos no dieron el resultado que esperaba. Este cielo azul me tenía preparado algo imprevisible.
Fue el terrorífico caos del que he estado toda mi vida huyendo: el amor.
Ayer, dejó de saberme el café como el  aroma más amargo del planeta. Se convirtió en la fragancia más dulce. Porque justamente ayer, me enamoré de unos ojos color café.



Miriam González

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